La Mente
La evolución, cómo se estructura, permite repartir
información por todas las partes de cada organismo, aunque no tenga por qué
estar en forma de “estructuras de datos” impresas en el sistema nervioso, éste
puede explotarla al estar diseñado para hacer uso de la información de los
sistemas hormonales (como lo está para explotar la de los ojos, etc.),
beneficiándose de ella. De tal forma que existe algo así como «una sabiduría
encarnada» en nuestro cuerpo. Algo que podemos comprobar cuando nos sonrojamos,
temblando… En esas circunstancias, nuestro cuerpo revela lo que nosotros
queremos ocultar, lo que implica que “sabe” lo que nos sucede.
La Mente
A lo largo de la historia de los seres vivos y, en concreto,
teniendo en cuenta la evolución de la mente podemos encontrar tres puntos
claves en dicha evolución o, si se prefiere, tres tipos de mentes que se han
superpuesto a lo largo de los años. Asumiendo esto, podríamos hablar de la
existencia, por lo menos en el caso de los humanos, de varias mentes por
cuerpo.
1. La primera la podríamos reconocer como fruto de la teoría
de la evolución de las especies postulada por Darwin, y que se produce por
selección natural. Por resumirlo brevemente, surgen de manera ciega, azarosa,
una infinidad de organismos diferentes, a través de los procesos de
recombinación y mutación genética. Los mejores diseños, los que mejor se
adaptan al medio por sus características son los que sobreviven y permiten el
siguiente paso.
2. En un punto de la evolución, surgen ciertos diseños con
una propiedad especial: la plasticidad fenotípica. Es decir, estos organismos
concretos, a diferencia del resto, no contaban de un diseño completo en el
momento de su nacimiento, existiendo elementos que podrían ajustarse
dependiendo de los sucesos con los que a lo largo de su vida se tendría que
enfrentar el individuo. Estos organismos son conocidos como criaturas
skinnerianas, por el psicólogo conductista B. F. Skinner, y evolucionan gracias
al aprendizaje ABC o, más conocido como, el de prueba y error.
3. Sin embargo, el condicionamiento skinneriano es útil y
eficiente, salvo si el primer intento es mortal. Si, por ejemplo, prueba a
saltar de un edificio de 10 plantas, habrás aprendido demasiado tarde que no
puedes volar, y no vas a tener más intentos. Es cierto que es un paso
importante porque surge el aprendizaje, pero necesitamos de un método mejor que
nos ayude a preseleccionar los posibles sucesos antes de llevarlos a cabo, de
forma que las acciones completamente estúpidas queden descartadas. En nuestro
ejemplo, antes de tirarnos de la 10ª plaza, tendremos en cuenta las
consecuencias, y probablemente dejemos el salto para otro día.
Aquellas que poseen estas características son conocidas como
criaturas popperianas, por el filósofo Karl Popper, y sobreviven porque son
capaces de realizar acciones algo mejores que las anteriores, cuya
supervivencia se basaba en que su primer movimiento no fuera lo suficientemente
estúpido como para llevarlas a la muerte.
La preselección de las criaturas popperianas
Para que las criaturas popperianas puedan llevar a cabo la
preselección de las acciones a desarrollar, tiene que existir una especie de
filtro que diseñe de manera interna el mundo externo, de manera que pueda
llevar a cabo con total seguridad las pruebas necesarias. Tiene que ser lo
suficientemente parecido al mundo externo para que los resultados de las
pruebas sean certeras. Pero, ojo, esto no significa que sea simplemente una
réplica del mundo exterior, que se le mita a reproducir las contingencias
físicas del exterior.
Lo que caracteriza a las criaturas popperianas es que bien
por herencia o adquisición tienen instaladas información precisa del mundo
real, de tal manera que puedan conseguir «los objetivos que son su raison
d´être».
Un ejemplo paradigmático de en qué consisten estos filtros, y
cómo las criaturas popperianas hacen uso de ellos, es colocando las posibles
acciones frente al «tribunal corporal» y hacer uso de la sabiduría que hemos
dicho más arriba que éste posee. Así, si ante una acción, un cuerpo se revela,
sufre náuseas, vértigo… es un síntoma bastante fiable de que el acto que se
pretende llevar a cabo puede no ser buena idea. Pero no se reconstruye el
cerebro de manera que se elimine la consideración de tales acciones,
volviéndolas impensables, sino que se establece una respuesta a todo
pensamiento sobre dichas acciones, de forma que lleve a no ser elegidas.
Fuente: La guía de Filosofía
Categoría: Educación
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