PROFESOR DEL SIGLO XXI
Un nuevo siglo no es en
este caso, simplemente una muestra del paso ineludible del tiempo. Ya el siglo
XX mostró cambios verdaderamente revolucionarios a nivel humano, social y
tecnológico, que el presente siglo no ha cesado de profundizar. Sin embargo
muchos profesores siguen aferrados a una tradición, que está muy lejos de los
actuales requerimientos de nuestros jóvenes.
Es cierto que la
escuela no tiene el rol de divertir al alumnado, pero tampoco el de aburrirlos;
y estos adolescentes actuales, inmersos en un mundo tecnológico y en una
vorágine de imágenes e información, suelen desmotivarse ante una clase donde
predominan la tiza, el pizarrón y largas explicaciones.
El profesor del siglo
XXI debe saber manejar una PC, utilizar recursos audiovisuales, y dar
protagonismo al alumno, para posibilitar que se exprese libremente, con los
límites impuestos por el respeto en su vocabulario, gestos y consideraciones,
para que no lesione derechos de otros.
Debemos tener
conciencia que estamos formando adolescentes que queremos sean participativos,
innovadores, creativos, solidarios, idealistas y capaces de sostener un diálogo
argumentativo; y esto sólo lo lograremos cuando en ello los estimulemos.
Alentarlos a integrar
centros de estudiantes, a realizar tareas solidarias, a comprometerse con el
medio ambiente y el resto de las necesidades de su comunidad y del resto del
mundo; empezando por su propia escuela, a la que debemos enseñar a cuidar y
querer.
Ser profesor hoy es
difícil, pero también muy interesante. Estamos ya no al frente de un aula, sino
en todos sus rincones y espacios, para guiar; descubrir conflictos e intentar
mediarlos; evacuar dudas; despertar inquietudes; dominar estrategias
pedagógicas, para personalizarlas; estimular la investigación, el aprendizaje
autónomo y los trabajos grupales; crear lazos comunitarios; sembrar valores; y
no solo impartir conocimientos.
No hay que olvidar no
obstante, que el profesor sigue siendo la autoridad del aula, el que debe poner
límites cuando sea necesario, para que las clases se desarrollen en armonía y
en un ambiente pacífico y ordenado. No se debe confundir por lo tanto enseñar
para la libertad, con hacer lo que se les da la gana, pues eso no es educación
democrática sino caótica.
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