ENSEÑANZA ENCICLOPEDISTA
La enseñanza enciclopedista es una herencia incompleta del siglo XVIII,
donde el hombre ansiaba el saber total, erradicar la ignorancia y generar a
través del conocimiento el progreso científico, tecnológico e ideológico. La
obra que simbolizó esta etapa fue “La Enciclepedia” de los autores franceses,
Denis Diderot y Jean d’Alembert.
El enciclopedismo del esta etapa sirvió al ser humano para hallar una
razón a su existencia en la búsqueda la verdad y en liberarlo de la opresión
del Antiguo Régimen. Se intentaba que el hombre sepa muchos contenidos pero que
a la vez lo razone, los interprete y los juzgue.
No es en ese sentido en que se habla de enseñanza enciclopedista, sino en
el registrar en la memoria muchos datos, como los que contiene una enciclopedia
o libro de textos, a partir de repetir sin entender textos extraídos de un
libro o del dictado de un maestro. La mente humana es en esta enseñanza, como
una computadora viviente en cuyo reservorio, en este caso mental, se acumulan
datos. Este tipo de conocimientos podemos admirarlos en personas que por
ejemplo participan en juegos de preguntas y respuestas sobre cultura general, y
nos asombra lo mucho que saben sobre contenidos conceptuales.
A este tipo de
enseñanza apuntó la escuela tradicional, y si bien es cierto que hay una serie
de datos relevantes que toda persona desde que comienza su escolaridad debería
empezar a conocer y retener en su memoria a largo plazo, lo más importante es
cómo relaciona esos saberes para desarrollar su inteligencia o capacidad para
resolver problemáticas y para hallar en la vida su propio destino por elección
racional y voluntaria.
No queremos decir con esto que debe arrancarse de cuajo de las aulas la
enseñanza tradicional, pues no se puede enseñar a procesar la información si no
se la tiene, sino que todo debe hacerse en su justa medida: ni todo son contenidos
conceptuales ni todo son contenidos procedimentales. Los contenidos
conceptuales se necesitan para poder tener un bagaje cultural al menos
elemental (a veces nos centramos tanto en transmitir contenidos secundarios que
los alumnos pierden la oportunidad de retener la idea principal) y nos sirven
para aprender a procesar esa información y que nos sea significativa. Además
esos contenidos nos ayudan a aprender a valorar, a criticar a identificar
modelos, lo que engendrará la posibilidad de enseñar los contenidos
actitudinales.
En definitiva, la escuela de la repetición memorística ya debería ser
cosa del pasado, la escuela que queremos es aquella que enseña a pensar a
partir de ciertos contenidos mínimos, aprendidos de modo significativo.
Categoría: Educación
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